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viernes, 24 de abril de 2009

Willni




Óyete este jazz mi hermano
dale al play de tu cabeza y déjate arrastrar de la mano de Mike Westbrook
por las inexistentes calles de Cusco,
por la Oscura y Roja San Blas a las 6 y media de la tarde

-el mirador abre la boca,
pastillitas cremas dentro de aquellas fauces vistosas

Óyete este jazz mi hermana
que todos los ojos del mundo vomiten colores en el aire
para dejar tu piel libre de lunares blancos y de flechas.
Vamos, yo te llevo de la cintura hasta San Cristóbal donde
Apu Agusángate acomodado en su inmensidad blanca
desprecia mi negra pequeñez
Es Majestuoso y me hace sentir diminuto
y la verdad es agradable, problemas a medida
penas a medida
y ya no pienso en la muerte propia
ni en la agonía ajena
que son verdades que las nieves perpetuas me gritan.

Óyete este jazz amigo,
baja las manos de la mesa y cógele las piernas a la chica
que infeliz sonríe para ti.
Toda esa brillantez dentro tu boca, ¿imaginas?
no seria sabroso darle una lamida a su espalda,
hundir tu rostro en la concha dulce que está vacía
desde que nació rodeada de espuma.
Ella es virgen, mi amigo, ella está subida a un altar de 20 metros
y nos mira a todos aquí abajo como ratones epilépticos
convulsionando introducidos en la vorágine de la trompeta
en el sexo a ciegas que todos ansiamos observar detrás de la puerta
como niños espiando a una pareja de seres
que a diario llamamos papá y mamá

Óyete este jazz humano
óyelo y camina a mi lado sin reflexionar tus percepciones
¡Mira como se ennegrecen los nevados!.

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