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lunes, 16 de marzo de 2009

Willni Dávalos

Empieza a sentirse bien vivir encadenado


Para todos a los que alguna vez llamaron poetas


Vuelvo a sentir en mí una sombría falta de compasión.

Ayer cuando caía entre lagunas de licor me acordé de Luz.
Sus lágrimas regresaron a mí llenas de pútrida fragancia.
El llanto, no.
Me fue imposible evocarlo, sólo la impresión
de aquel ruido nacido de entre las sombras
y el imán que pusieron en mi sien
atrajo al más sórdido de los Soles.

Afuera nadie sabe que hay un nombre en mi cabeza
que todo lo que yo deseaba era nacer
y si mis primeros pensamientos fueron torpes y alucinados momentos de pavor
entonces que me juzguen
mentecato.

Me da vergüenza decir que temo ser insignificante

¡MALDITAS IDEAS VACILANDO EN EL VACIO!

Mi cabeza es un meadero
donde los hombres se cogen el pito y mean
sobre mi rostro lleno de pelos y de barros
oyéndome susurrar ideas vagas y grises
ellos son el placer de saber que vienen otros
que muchos otros los miran desde abajo
para ellos un niño es otro tipo de flor
igual de inalcanzable e igual de accesible
que la radiante M.
Yo recibo su líquido sin sentirme mal
pues sé que algún cercano día
vendrá otro al que yo también podré orinar
otro que abra la boca con más apetencia
y que posea ideas claras o de otro color
ahora es una simple inversión de resistencia
en la simple complejidad del macho de mi especie.

Empieza a sentirse bien vivir encadenado
aferrarme a tu brazo para seguir en vía
como a una muleta te abarco
y como una carga me llevas
tú me has tomado la mano
y me has dicho que sí.
Yo que había empeñado mis ojos
por mínimas cantidades de luz
hasta que Lucifer tocó mi espalda
bajó su mano tersa y fantasmal
por todo mi espinazo
luego cogió me de los hombros para decirme al oído:
pobre pedazo de mierda
no eres más que un guante.

De ahí, oscuridad.

En la oscuridad me desilusioné
y no reprimí nada
era libre, por primera vez, me sentía libre y actué como él me lo pedía
te cogí de la cintura
y lentamente fui llevándote a mi escondite
ahí te ofrecí licor
y sin pensarlo mucho
te lo confesé todo.
Yo te dije-
con la voz de Luz que se había impregnado a la mía:
Pobre pedazo de mierda
no eres más que un guante.

Ahora te has ido y donde hubo Luz sólo queda vacio.
Me aferro a la muleta
y camino sin rumbo
como una marioneta usada en sólo una ficción.

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